13 octubre 2010

Quieta





Si ya sé… que mis huesitos no están para hacer lo que estoy haciendo, pero no he podido evitarlo.

Anoche a las diez ya estaba en la cama, con un dolor intenso y esperando que el relajante muscular hiciera su trabajo, o bien calmarme o dejarme dormida. Creo que fue lo segundo. Este dolor, que parece haberse convertido en un cuervo que me acompaña a todas partes, desde hace ya demasiados días.

Aún hace calor por las noches, y prefiero dormir con la puerta del balcón abierta, la persiana a medio cerrar y una colcha sobre la cama por si refresca de madrugada. Y ha sido eso, lo que me ha permitido escuchar el tintinear de las gotas de agua en la barandilla.

Como uno de mis gatos me he levantado a oscuras, conozco muy bien mi casa y siempre he tenido la habilidad de moverme sin tropezar, con las luces apagadas. Antes era peligroso, siempre podías pisar algún cochecito, de la última carrera de los chicos, pero hace tiempo que dejaron esos juegos, los años pasan para todos, incluso para ellos.

He mirado que no entrara agua por ninguna de las ventanas, y he bajado las persianas.

Neve me sigue allí donde voy, pero esta vez lo he dejado en casa.

He cogido mis llaves y he subido al terrado. Tan sólo al abrir la puerta, ese olor a tierra mojada, creo que revitaliza a cualquiera y dejando las sandalias en el descansillo, he salido fuera.

Las gotas han empezado a mojar la piel despacio, parecía que el cuerpo llorara. Las he sentido resbalar por mis hombros, bajar por mis brazos, hasta llegar a las puntas de mis dedos para caer al suelo. Me he mantenido quieta, con la cabeza inclinada hacia atrás, todo lo que este maldito dolor me permite, para poder sentir el agua acariciar mi rostro. Mis pies se han quedado fríos y mi camisa se ha ido pegando al cuerpo, como si de una segunda piel se tratara…

Treinta minutos…treinta minutos de sentir. De sentir que aún estoy viva, de sentir algo más que el efecto de un calmante, de sentir que a pesar de mis casi cuarenta y un año, me siguen apasionando las mismas cosas, de cuando tenía diecisiete…



Estar inmóvil bajo la lluvia.



PD: Sigue lloviendo con intensidad.

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